jueves, 22 de mayo de 2014

La lluvia dominaba sus días. El sol jugaba al escondite tras las nubes, que apenas dejaban pasar un atisbo de luz entre ellas. El frío viento congelaba sus huesos lentamente. De siete días, seis eran amargos. Cada mañana se levantaba deseando encontrar una razón para querer despertarse al día siguiente, pero nunca la hallaba. Cada noche, su insomnio le recordaba que el pasado no desaparece, que el presente duele y que el futuro agobia.
Y sonreía.
Sonreía como si nada importase, como si no doliese cada respiración, como si no deseara que su corazón cesara en su latido de repente. Sonreía como si los pájaros cantaran para ella, como si las hojas de los árboles bailaran a su paso, como si todo lo oscuro fuera en realidad un amago de alegría.
¿Por qué? Os preguntareis. Quizá, porque si cada día desea ser feliz, algún día llegue a serlo. Quizá, porque soñar con no estar roto por dentro, arregle un alma destrozada por los golpes de la vida. Quizá, porque es más fácil sonreír, que explicar las miles de razones por las que lloras.
Quizá.

lunes, 5 de mayo de 2014

Mentiría si dijera que no dueles como antes.
Que no te echo de menos.
Que tu ausencia no me quema.
Que soy fuerte sin ti.
Que no morí contigo.