Todo
oscuro a tu alrededor. El cielo brilla con sus estrellas más que nunca. Te
gustaría estar con él en esta noche, sería bonito ver los dos juntos las
estrellas fugaces. Una vez más recuerdas cuánto odias la distancia, pero no te
da tiempo a pensarlo demasiado porque ves la primera. Venga, corre, pide tu
deseo. ¿Un deseo? Quieres tantas cosas y todas relacionadas con él, que no
sabes ni por donde empezar. Mientras piensas todo esto ves caer una estrella. Y
otra. Y otra más. ¿Bastarán todas esas para que se cumplan tus sueños? Cae
otra. Besarle. Cae otra. Cogerle de la mano. Cae otra. No tener que soltarle
nunca una vez os veáis. Cae otra, pero ya no te das cuenta porque en tu cabeza
aparecéis los dos juntos, prometiendo un “siempre” verdadero. Y dejas escapar
una lágrima, ninguna más. Sabes que a él no le gusta que llores ni que te dejes
machacar por la distancia. Ocho mil kilómetros no son pocos, pero te da igual.
Cuando estés con él serás feliz, cuando estés con él cambiarás el número de
kilómetros que os separan por besos. Siempre le recuerdas que tu corazón le
pertenecerá hasta que mueras, lo que él no sabe es hasta qué punto estás segura
de tus palabras.
viernes, 26 de octubre de 2012
domingo, 21 de octubre de 2012
Como te echo de menos, no hay en el mundo un castigo.
Lo sabes. Sientes que está roto. Lleva así mucho
tiempo, pero te engañabas utilizando tiritas que malamente duraban tres meses.
Ha llegado un punto en el que te has dado cuenta de que es suyo, que tu
corazón, aunque físicamente esté en ti, le pertenece. A él. Y te da igual el
número de kilómetros que hay entre medias, te da igual el océano, te da igual
todo. Es suyo desde hace mucho tiempo y va a continuar siendo así. Siempre.
viernes, 12 de octubre de 2012
Fat, fatter, the fattest.
Nunca
marca el número que te gustaría, el espejo tampoco refleja lo que deseas, en
cambio, tu mente juega como quiere y te hace ver cosas que no son, grasas
inexistentes. Hace tiempo que empezaste a dejar de comer, a despreciar la idea
de comerte un plato de comida entero. Pero pensaste que llegarías de una manera
aún más fácil a esa imagen que tanto anhelas. Comenzaste a comer más delante de
tus padres para que no se preocuparan, para luego, sin que se dieran cuenta,
expulsar todo ese alimento de forma antinatural. No hacía daño, era solo
meterse los dedos en la garganta y tú creíste que al no hacer daño, no era
malo. Tus amigos te han dicho millones de veces que no hagas eso, que es
tontear con la muerte, que estás más desmejorada porque has perdido mucho peso,
pero claro, para ti no es suficiente. Te pesas todos los días esperando que
suceda un milagro y aparezca un dígito en la báscula que te guste, pero nunca
llega, porque no te conformas con los cuarenta y cinco que marca, cada vez
quieres que baje más, y cuando baja, más aún. No quieres ayuda, según tú, no la
necesitas porque son paranoias de los demás. Tú no lo crees, pero en tu casa,
se quedan en silencio por la impotencia de escuchar a todas horas arcadas a
través de la puerta del baño. Pero tranquila, ¿eh? Que para ti, eso no es
ningún problema.
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