sábado, 29 de marzo de 2014

Es como si no pudiera callarlos. Nada puede controlarlos. Llevan su propia dirección, deciden cuándo aparecer, eligen los pensamientos que más destrozan. No puedo con ellos. Me superan. No hay persona que pueda conseguir su silencio, no hay abrazo que pueda ahogarlos, no hay beso que pueda hacer que desaparezcan.
Los demonios de mi mente no quieren marchar. Están en mi cabeza y manejan todo. Ellos deciden cuándo río y cuándo lloro, si hieren o animan.
Y siempre intentan desmoronar cualquier atisbo de alegría.

miércoles, 26 de marzo de 2014

'solo si es contigo siento que nada me puede'

Érase una vez, una niña con una sonrisa en la boca y una puñalada en el alma. 
Sus ojos claros reflejaban un alma triste y oscura, pero poca gente conseguía hallar tal reflejo, se conformaban con contemplar el color verde de su mirada. Quizá por eso se escondió en sí misma y se perdió, pretendiendo que alguien algún día encontrara un atisbo de su ánima y se decidiera a buscarla, para volver a darle paz.
Más de una vez, algún chico (o capullo integral, como les denominaría esta niña) había simulado interesarse por los problemas de la pequeña, para posteriormente ilusionarla con un cuento sin futuro, que haría cada vez más y más grande el agujero negro de su corazoncito.
Cierto día, apareció un muchacho, parecía ser como el resto, estúpido e insoportable. Pero poco a poco, fue ganándose su confianza. La abrazaba si tenía frío, siempre conseguía sacarla una sonrisa y la protegía de todo mal. Sin quererlo, o quizá buscándolo, quién sabe, se encontró el chiquillo con la herida que tanto escondía la niña. Ella se asustó, pensando que se marcharía al encontrarse con la sombra que guardaba dentro. Pero no. Él la abrazó, la quiso, la siguió cuidando, la mimó e intentó curar sus heridas con besos.
Pasaron los meses. Ella mejora poco a poco, es más, cuando está con él es tan feliz, que podría decirse que su alma brilla. 
No comieron perdices, esto no es un cuento. No hay princesas ni castillos ni zapatos de cristal, hay pura realidad. Actualmente son felices. ¿Y su futuro? Se escribirá solo.


martes, 25 de marzo de 2014

Y qué si duele.
Y qué si sigo esperando un mensaje tuyo.
Y qué si nunca llegará.
Y qué si soy la niña estúpida que llora a solas.
Y qué si te echo de menos.
Y qué si el que no estés me mata.
Y qué si yo morí contigo.
Y qué es esto.
Y qué coño hago yo sin ti.
Y qué hago esperando.
Te perdí.
Me perdí.
¿Dónde estamos?

jueves, 20 de marzo de 2014

fog

El humo de mi cigarro se desvanece en el ambiente, de la misma forma en que intentaba que tú salieras poco a poco de mi mente y desaparecieras en el aire. Parecías tan poco dañino, tan imposible de coger, tan fácil de sentir, tan acogedor. Fuiste tan doloroso, me incendiaste por dentro, pero no con el romanticismo que puede entenderse de sentir tu calor en mi interior. No como en los cuentos. Nunca fuiste mi príncipe, fuiste otro puto sapo, otro sapo de los que besas y usa una máscara para ocultar su verdadero y repugnante rostro. Me quemaste, dejaste todo hecho cenizas en lo más profundo de mi.
¿Y qué?
Que te fuiste, que me dejaste tan chamuscada, tan destrozada en mi interior, que intente llenar lo que vaciaste con humo, con nicotina, con lo que me recuerda a ti. Esa nube blanca que traspasa mis pulmones y me mata poco a poco, como tú hiciste conmigo ese día. El día en que tu orgullo me comió, el día en que no supe reaccionar, el día en que decidimos que nuestros caminos nunca deberían haberse juntado. El día en que tú fuiste una bocanada de aire fresco y yo me convertí en niebla.

martes, 18 de marzo de 2014

xviii

Tú fuiste quien decidió que sonreír no valía la pena. Tú fuiste quien hizo de sus pequeñas heridas, un mar de sangre interior. Tú fuiste quien eligió vivir inerte. Tú fuiste quien se mató. Tú manchaste de sangre cada folio al escribir cartas sin destinatario. Tú fuiste quien miró al cielo haciendo preguntas sin respuesta. Tú fuiste quien esperó sonrisas y halló puñales a la espalda. Él fue quien te salvó. Él fue quien dibujó una sonrisa en tu cara. Él fue quien difuminó tus ojeras. Él fue quien desmoronó tu insomnio. Él hizo que te gustara soñar. Él te dio partes de su corazón, también roto, para arreglar el tuyo. Él fue quien iluminó tus ojos con su océano en la mirada. Él decidió que tu alegría sería a su vez la suya. Él amó. Tú quisiste. Todo continúa.